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El trabajo de Gustavo Genta está multi-informado. En efecto, funciona como un tejido en él se entrecruzan intereses, registros y aproximaciones sobre la forma y las posibilidades expresivas de los materiales. Genta ha logrado construir un cuerpo de obras que se representan como un sistema de signos, un lenguaje personal que le permite abordar distintos soportes, medios y formatos y aún así sostener un estilo que lo identifica. Sus obras dialogan con la arquitectura, enalteciéndola, subvirtiendo de un modo no trivial el orden de estos espacios vitales; abriendo nuevos registros a posibles juegos monocromáticos y múltiples efectos lumínicos.

Gustavo Genta se basa, para producir sus obras, en un método personal que está informado por sus estudios en diseño industrial. Presenta una voluntad de generar procesos industriales junto a su equipo de trabajo. Procesos seriados, racionales, seguros, optimizados, que combina con decisiones de carácter personal y emocional para dotar de equilibrio y armonía a sus obras. Sus investigaciones estéticas derivan en nuevas formas y lo que le gusta llamar “familias de trabajo”.

Grupos de trabajos, “familias” según Genta, cuerpos de obras que utilizan recursos técnicos y formales comunes, líneas de producción dentro de un universo que evoluciona y se desarrolla casi a diario. “Hacer es pensar.” Las búsquedas materiales, los desarrollos técnicos y formales se concatenan en piezas que posibilitan nuevas obras y abren nuevos caminos. En el hacer se encuentra la expresión de una forma de pensamiento y un refinamiento formal que terminan por producir una búsqueda estética y una investigación permanente en los procesos de producción.

Su obras levitan con elegancia, Genta construye formas que “son”; que no presumen de mensajes herméticos, formas que no buscan abstraerse de los fenómenos naturales ni intentan representarlos y que gratifican al espectador de manera inmediata.

Gustavo Genta’s work is multi-informed. In effect, it functions as a fabric in which interests, registers and approaches to form and the expressive possibilities of materials intertwine. Genta has managed to build a body of works that are represented as a system of signs, a personal language that allows him to approach different supports, media and formats and still maintain a style that identifies him. His works dialogue with architecture, exalting it, subverting in a non-trivial way the order of these vital spaces; opening new registers to possible monochromatic games and multiple lighting effects.
Gustavo Genta bases his works on a personal method that is informed by his studies in industrial design. He presents a desire to generate industrial processes together with his work team. Serial, rational, safe, optimized processes, which he combines with personal and emotional decisions to provide balance and harmony to his works. His aesthetic research results in new forms and what he likes to call “work families.”
Groups of works, “families” according to Genta, bodies of works that use common technical and formal resources, production lines within a universe that evolves and develops almost daily. “To do is to think.” Material searches, technical and formal developments are linked in pieces that make new works possible and open new paths. In doing, there is the expression of a way of thinking and a formal refinement that end up producing an aesthetic search and a permanent investigation in the production processes.
His works levitate with elegance, Genta builds forms that “are”; that do not boast hermetic messages, forms that do not seek to abstract themselves from natural phenomena nor try to represent them and that gratify the spectator immediately.

gustavo genta

En 1990 Diego Montero era un joven arquitecto porteño para quien Punta del Este había sido siempre un lugar de vacaciones y donde había empezado a hacer algunas obras dispersas desde el año 80. Casi todas pequeñísimas rusticas y elementales, pero con un sentido del lugar y del savoir vivre muy personal y característico que poco a poco fue ganando cultores y adeptos. Hoy, cuando ya hace más de 20 años desde que se instaló definitivamente con su familia en Manantiales, es prácticamente imposible hacer más de dos cuadras por esa angosta franja sobre el mar que va desde el puente de La Barra hasta Jose Ignacio sin cruzarse con alguna casa u obra suya. Y si bien es cierto que el mero aspecto cuantitativo es impresionante – desde el año 90 ha construido un promedio de entre diez y quince casas por año – tal vez sea más interesante aún el hecho de que muchas de sus obras (como el restorán Los Negros, en José Ignacio, o más reciententemente el hotel de Garzón, ambos de Francis Mallmann) hayan sido la piedra fundacional y el motor de arranque para desarrollos posteriores.
In 1990 Diego Montero was a young architect from Buenos Aires, for whom Punta del Este had always mostly a holiday destination. A place where he had built a handful of houses, with a very unique sense of place, that were slowly gathering a cult following. Now, more than 20 years after he decided to make that area his permanent residence, it's virtually impossible to walk for more than a couple of blocks, along that narrow strip between La Barra and Jose Ignacio, without bumping into one of his houses. Aside from the impressive volume of his output – he has bult an average of 10 houses a year over the last decade – it is perhaps more interesting that many of his projects (such as Los Negros restaurant, or more recently the Hotel Garzón, both for Francis Mallmann) have become stepping stones for developments to follow.

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